A través del lenguaje del inconsciente, su simbolismo y representaciones pictóricas, la densidad de significados y las distintas opciones cromáticas que utilizo, cuento historias universales con múltiples lecturas. Por eso, todos mis cuadros llevan el mismo nombre, “A Cent Titres”, porque en francés la palabra “sans” quiere decir “sin”, y la palabra “cent” quiere decir “cien”. Fonéticamente, “Cent Titres” quiere decir “Sin título” y también “Cien títulos”.
Cada una de mis composiciones tiene la misión de cruzar la barrera de la memoria para conversar directamente con el subconsciente del espectador. Por encima de todo, tiene que llamar la atención y trabajar este aspecto, ya sea con una sensación positiva o negativa, eso no importa. Inicialmente, el público se ve atraído o perturbado por el equilibrio gráfico, la armonía de color y la estética de la pintura. Al acercarse a la obra, es la diversidad de elementos o símbolos lo que desafía al espectador. La densidad de la imagen tiene la función de descolocarlo. Cada escena tiene su propia razón de ser, toda diluida en un conjunto que aparece coherente y claramente estructurado. En esta fase, la mente se siente abrumada por un montón de información, que es imposible sintetizar; ayudada por el deseo natural que tenemos de darle significado a todo aquello que se nos escapa, enredada en el laberinto del significante, sólo la inteligencia emocional puede abrirse camino.
Sigue una forma de dejarse ir que permite al subconsciente arrastrar su propia lectura; y el espectador, finalmente, selecciona, aunque de manera inconsciente, solamente los diferentes símbolos que le hablan y construyen su propia historia. Así, la obra se convierte en espejo.